LOS RELATOS DEL FARERO

DESAMAR


Desamar es olvidar….y yo no puedo.



Es desliar el ovillo del recuerdo,
es perder las nociones de tu cuerpo,
comprender al fin y sin sonrojos
que las cosas que un día nos movieron
son recuerdos que brotan de mis ojos.

Desamar es desvestir aquellos labios,
despedir la evidencia de tu sexo,
carecer de lo joven y lo viejo,
es perder la violencia de un abrazo
y volver al vacío del espejo.

Desamar es desarmar mis mil sentidos
deslealtad con mi corazón empecinado
amar y desamar son dos caminos
Con la misma dirección pero enfrentados
por repartir los recuerdos cosechados.

Desamarte es imposible y suicida,
es arrojarse a un mar embravecido
por las olas que remueven mi querencia.
Desamarte es desamarse a uno mismo
y perder mi orgullo y tu paciencia.

Desamarte nunca será una aventura
como fue descubrirte y adorarte,
como fue hacerme tuyo y abandonarme,
Será un trabajo peligroso e inseguro
en un mundo injusto y sin consuelo.

Porque desamar es cruel, es inhumano,
es morir por morir cada minuto,
es vivir sin vivir siendo discreto
y mirarte fingiendo una sonrisa,
desoyendo tu verdad y mi secreto.


Desamar es olvidar….y yo no quiero.



Okawango




Sé vivir...
(trasladado de entrada del blog de 10 Abril 2011)

Sé vivir sin futuro,

sé vivir sin pasado,
sé vivir sin aceras
el camino está trazado.

Sé vivir sin apegos,
sé vivir con nostalgias,
sé vivir sin el mar
que bañaba mi cuerpo.

Sé vivir con el miedo
sé vivir con las dudas
sé vivir con las prisas
que provocan mis sueños.


Sé vivir con la noche
      el día ya no lo tengo,
sé vivir sin el fuego que tomé
de otros cuerpos,
y sé vivir sin el faro
de mis propios consejos.

Sé vivir sin tantas cosas
que ya no echo de menos
pero que están agazapadas
en mi caja de recuerdos.

Pero vivir sin tus ojos
tu risa, tu olor, tu piel, tu pelo y tus besos
sin la formas de tu cuerpo,
vivir sin ti,
. . . .Eso no,eso no puedo.

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Escrito por Okawango





DIARIO DE LA LOCURA

(trasladado de entrada del blog  2011)



Capítulo 1 – El problema.



A ver, no hay tal problema, pero me crea inseguridad, además es algo que quiero comprobar antes de que pase. Estoy ilusionado con la idea de las vacaciones. Pero me preocupan las noches, son muchos años durmiendo solo y ahora de nuevo….uff no sé, no sé, pero que porras, estoy decidido. No tengo dudas que los días serán fantásticos para Ina, yo haré que así sean, serán unas vacaciones inolvidables. al menos mientras no se ponga el sol… Dios mío parece ridículo que mi edad cuando rozo los 55 años me asalten estas dudas de jovencito quinceañero, ¡pues no parece que soy un vampiro! Pero la duda existe…¿Ronco o No ronco !?.

[Blog_despertador[1].jpg]A lo mejor alguien piensa que es una tontería, pero soy lo que se dice un “solterón”, nunca he estado en la cama con una mujer, quiero decir durmiendo toda la noche, y si lo estuve fue con mujeres que cobraban por no quejarse.

 
Ahora, de repente aparece Ina en mi vida, la he conocido en una reunión de vecinos, desde hace unos meses vive en el mismo bloque que yo, un día en una reunión acalorada por las filtraciones en los pisos superiores ella llegó tarde, se acercó a mi y me preguntó si habían tratado el tema de los ruidos por la noche.

A la salida nos presentamos y hablamos sobre la reunión, dos días mas tarde seguía con su imagen en mi mente y cuando me crucé con ella le pregunté, a bocajarro, si tomaría un café conmigo.

Ahora, dos meses más tarde puedo decir que tenemos una relación, una fantástica relación que me ha rejuvenecido y estimulado hasta niveles desconocidos para mi, Ina es inteligente, divertida, espontánea y muy culta. Coincidimos mucho en los gustos y para ella los casi diez años que nací antes no le importan. Habla poco de su pasado, aunque me ha confesado que existió un hombre al que quiso con locura y que la abandonó por otra, conociéndola me parece increíble, porque a su carácter y personalidad hay que sumar su físico, menuda y morena, sus ropas holgadas no pueden tapar ese cuerpo joven y casi voluptuoso.

Pero hace dos semanas me planteó conocer Ibiza, tiene unos amigos allí y le han ofrecido una habitación para que estemos al menos quince días, por Internet nos pasaron fotos de la casa y la habitación que nos ceden es una preciosidad de estilo Ibicenco, con muebles rústicos, paredes blancas, cortinas y sabanas en tonos tierra.

Pero a medida que se aproxima la fecha esa foto se convierte en una amenaza, la voz de mi hermano Julián la ultima vez que compartimos habitación en Zafra para el entierro de un pariente gritándome para que despertara y dejara de “tragarme las cortinas” con los ronquidos me aterra. Dios mío, ella me odiará desde la primera noche. Siempre he sido muy inseguro, de hecho sigo soltero…. Pero ahora esto se ha convertido en una enfermedad.


Capítulo 2. La Idea


[nokia_n97_white_15c_lowres[1].jpg]“Mientras no sepas que tienes un problema no debes intentar solucionarlo, pueden ser energías mal gastadas, pero seguro que serán sufrimientos innecesarios”, algo así leí en un libro de autoayuda que me dejó Jóse Patiño en el estudio, y creo que tiene razón así pues pienso averiguar si por la noche me convierto en mr. Hyde y de mi boca salen los gruñidos de Belcebú o, después de mi importante pérdida de peso de los últimos años, mis sueños son relajados como los de un bebé.

 
¿Pero como lo compruebo?....pues grabándolo, si, pondré una grabadora, bueno no exactamente, pondré el móvil. Esta mañana, sin que nadie lo supiera probé en la oficina el funcionamiento de la grabadora de sonidos de mi móvil de última generación, (un ladrillo), para comprobar si se escuchan bien lo sonidos, y lo que es mas importante, si los 32 GB de memoria admitirán estar grabando toda la noche. La prueba no ha podido ser mas satisfactoria, en la relativa tranquilidad del estudio quedaron grabados casi todos los sonidos, el movimiento de los papeles de mi mesa, el chirriar de la silla de Mariela la secretaria cada vez que iba a la fotocopiadora, el estruendo de la puerta de entrada y por supuesto, todas las conversaciones, cercanas y lejanas. Cuando escuché la grabación me sentí como un espía orgulloso de su “zapatófono”.



Capítulo 3. Día 11 de Junio, primera prueba.


Esta noche realicé la primera grabación, ha sido un verdadero fracaso, al parecer el móvil tiene un sistema por el cual si no estás activándolo constantemente se apaga, bueno no exacta mente, a la media hora deja de grabar. En el trabajo no pasó esto porque a pesar de no saberlo constantemente lo tocaba para ver cuanto espacio ocupaba en la memoria. Así pues solo grabó algo mas de 40 minutos, lo suficiente para que me quedara dormido, pero insuficiente para llegar a esa fase de sueño tan profunda en la que, supongo, pueden aparecer los ronquidos.

Buscando en Internet, creo que he encontrado la solución a los apagones de la grabadora del móvil, esto de los “foros” es fantástico, si sabes poner las palabras concretas, puedes encontrar lo que te propongas, puse “foro Nokia N97 autobloqueo grabadora” y zas, 244 entradas que responden a estos criterios, espulgas un poco lo encontrado y un tal “zoocotoro” (vaya nick) me ha dado la solución, esta noche lo probaré.


Capítulo 4. Día 13 de Junio. Segunda grabación.

¡Estupendo!, esta mañana cuando me levanté aún estaba grabando, el tamaño del archivo generado es bestial, y la batería aguantó…Pero aún no puedo escucharlo, tengo que ir al trabajo y cuando vuelva, mientras me preparo la comida lo escucharé, espero que solo el sonido de las sábanas al moverme haya quedado grabado.

Capítulo 5. Día 14 de Junio. La audición.

No se, algo pasa, no sé si decir que estoy confuso o asustado, como planee, cuando llegué del trabajo, fui ha comprar algunas cosas y luego, mientras cocinaba puse la grabación. Al principio todo está en silencio varios minutos en silencio, tal vez algún movimiento de piernas y las sábanas … después a eso de los 40 minutos, empieza mi repertorio de ronquidos, me sentí fatal, suaves al principio, van creciendo en intensidad y tiempo hasta ser evidente su escándalo. Pero de repente, callan los ruidos, algo se escucha de fondo, pero no lo percibo bien así que decido conectarlo al ordenador y escucharlo a través de los altavoces.

Me he quedado helado, cuando “rebobino” un poco para escuchar de nuevo mi concierto mas fuerte y en el momento que estos cesan se escucha una voz casi susurrante que grita “!cállate¡”, ha sido muy claro, alguien me ha mandado callar… Dios mío, vivo solo, rebobino de nuevo,…. “!CÁLLATE¡”, los vellos de mis brazos se han erizado instantáneamente al escucharlo de nuevo, no hay duda, no es ningún ruido, es una voz humana, yo diría que femenina, casi angustiosa. Me siento sudoroso en la silla aun con el cuchillo de pelar patatas en la mano…, desde donde estoy sentado consigo ver al final del pasillo la mesita de noche de mi cuarto en penumbra. Estoy aterrado.


Capítulo 6. Día 15 Junio. El miedo.


[Blog_Miedo[1].jpg]Debo confesarlo, estoy aterrorizado, ayer, cuando se hizo de noche, todo pareció empeorar, mi mente de hombre maduro y lógico me empujaba a no pensar en tonterías en las que nunca creí, el otro yo que desconocía, huye de las habitaciones apagadas, pone la TV fuerte para ahuyentar el ter ror, pero este no se va cuando llega la hora de irse a la cama, los fantasmas de mi niñez se apoderan de mi mente, esquivamente miro hacia los rincones, detrás de las cortinas y no soy capaz de agacharme para mirar debajo de la cama. Intento aparentar que nada pasa, pero me doy cuenta que actúo como si alguien me estuviera observando desde detrás del espejo o desde el oscuro umbral de la puerta de la cocina. Me siento como ese personaje de las películas de terror que vive ajeno a que alguien le acecha. En un momento determinado, me armo de valor, apago la luz y me meto debajo de las sábanas, hace calor, sudo de calor y nerviosismo, la sábana me tapa hasta la punta de la nariz, entorno los ojos para que parezcan dormidos pero intento atisbar en la oscuridad, nada solo miedo, un terror me recorre cada vez que mi mente recuerda aquél "!Cállate!" que escuché en la grabación. No sé cuando me quedé dormido, lo cierto es que el sonido del despertador me dio un susto de muerte, nunca me había pasado, me encuentro muy cansado, creo que apenas me moví durante la noche y mi pijama corto y mi cuerpo están empapados en sudor. La luz de la mañana me ayuda a levantarme y dirigirme al cuarto de baño, allí enciendo la pequeña radio para escuchar las noticias y parte de mis temores se escapan, pienso que soy muy infantil y casi me río de la situación.


Capítulo 7. 16 de Junio. Los sueños

Empiezo a estar afectado mentalmente, yo que nunca sueño he tenido uno esta noche. Ha sido terrible: “Suena el teléfono de mi mesa (de color rojo) en el trabajo, contesto la llamada y se escucha la maldita voz “!Cállate¡”, aterrorizado suelto el auricular que cae sobre la mesa con gran estruendo, en su caída tropieza con la taza de café frío que siempre hay en mi mesa y esta se derrama sobre el teclado y los papeles, llega al filo de la mesa y cae sobre mis muslos y mi entrepierna quemándome a pesar que estaba frío, me levanto empujando la silla hacia atrás y separo mis pantalones de mi piel para evitar el dolor, cuando levanto la mirada veo que todos mis compañeros de trabajo ríen a carcajadas desde sus puestos de trabajo, parecen hacerlo a cámara lenta, cuando miro hacia la mampara tras la que está la oficina del Ingeniero Jefe veo que este solo sonríe desnudo mientras fuma un cigarro, detrás de él, sobre una mesa de papeles duerme Ina desnuda después de hacer el amor, al menos eso entiendo”.

Cuando despierto estoy aterrorizado mi cuerpo se ha refugiado en el rincón de la cama con la pared, casi encima de la almohada y noto la desagradable humedad y el olor a azufre propio de la orina, me he orinado encima.

Sin ser capaz de encender la luz, lloro espasmódicamente mientras aprieto mis rodillas contra el pecho, presiento que algo está en la habitación y no quiero atisbar en la relativa oscuridad que permite el alumbrado de la calle.


Capítulo 8.- 20 de Junio. Certeza.

Cuando uno piensa que el miedo ha llegado a su máximo, la “realidad” te demuestra lo contrario. Hoy llegué tarde al trabajo, la noche ha sido terrible, mientras dormía algo hizo que me despertara, al principio no supe que era aquello, pero luego lo noté, con un terror fuera de todo límite noté que algo o alguien estaba sentado a los pies de la cama, mis piernas chocaban con ese “bulto” pesado que permanecía estático, hay momentos en los que no vale imaginarse nada porque todo está terroríficamente claro, el ser que me gritó en la grabación estaba sentado a los pies de mi cama, yo debajo de las mantas tiritaba de terror, inmóvil, congelado por el pavor, mi cabeza casi oculta tras las sábanas, mis ojos cerrados y húmedos incapaces de buscar en la oscuridad, solo mi pecho convulsionaba bajo los empujes de un llanto apenas audible pero terrorífico que recorría todo mi cuerpo desde mis piernas encogidas hasta la punta erizada de mi pelo. Entre sollozos lloré mas que supliqué un débil “déjame, por favor”. Tras unos segundos el ser se levanto muy despacio, haciendo volver el colchón a su posición inicial. Me cayo e intento escuchar aún con los ojos cerrados y apretados en la oscuridad, nada.


Capítulo 9.- 22 de Junio. Atrapado.

A pesar de la certeza de no estar “solo” en mi vivienda, me siento esperanzado con la idea de que aquella cosa me haya dejado para siempre, ayer por ejemplo, no ocurrió nada, pero hoy la cosa ha sido muy diferente.

Nunca se la hora, pero bien entrada la madrugada, algo me despierta, me duelen los tobillos, estoy durmiendo de lado y algo, mejor dicho alguien se ha sentado sobre mis pies, es un peso semejante al de una persona, me tiene inmovilizada las piernas. El terror se apodera de nuevo de mi, incapaz de realizar movimiento alguno, quiero que aquella cosa se vaya pero no hago nada para incitarlo a que me deje. Pasados unos minutos el dolor de ambos tobillos se vuelve insoportable me vuelve la desesperación me muevo un poco pero nada, no me deja, entonces un ataque de ira se apodera de mi y digo en tono bajo pero enérgico, “!Márchate ya¡.

Al instante el peso desaparece, continúo con los ojos cerrados, algo mas aliviado.


Capítulo 8. – 24 de Junio. Abandono.

Desde hace unos días mi hábitos de vida han cambiado, no duermo en mi habitación, lo hago en el salón con las luces encendidas, sigo tapándome hasta la nariz, en parte por el pánico, en parte por el frío, estamos en Junio pero las noches son muy frías, al menos para mi.

A pesar de las reformas en mis hábitos no consigo quitarme de encima el miedo, es un miedo interior que me acompaña a cualquier sitio y que en momentos se intensifica para trasladarme al mundo del terror.

Procuro estar poco tiempo en casa, tanto es así que me he vuelto mal vestido y poco aliñando, apenas me afeito, me hace falta un corte de pelo y las ojeras son de libro Guinness. Ina, a la que veo poco, me lo ha hecho entender que algo no va bien, nuestra relación no funciona. Creo que inconscientemente la culpabilizo de lo que me pasa.


Capítulo 9.- 30 de Junio. Desconfianza

Hoy me llamó el Ingeniero Jefe a su despacho, cuando vi como cerraba la puerta tras de mi, comprendí que algo pasaba, luego empezó a hablarme del stress del cansancio y de cuidado personal, de pronto cambió de tono y me pregunto “que me pasaba” directamente.

- ¿A que se refiere Javier?- Pregunté sorprendido.

- ¿se ha mirado usted al espejo?, ¿ha visto su aliño indumentario’, perdone que se lo diga ¿Cuánto hace que no se lava, y se cambia de ropa?, compréndame, parece que algo le está afectando y sus compañeros y yo mismo nos hemos dado cuenta.

Miro hacia la sala, algunos de mis compañeros que miraban la escena desde sus mesas vuelven bruscamente la mirada hacia el ordenador.

- Mire, hace tiempo que no se toma unos días de descanso, vaya a algún sitio donde puedan ayudarle, relájese y dentro de una semana vuelva.

Dolido por la situación, recojo cuatro cosas de mis cajones entre el silencio de mis compañeros y me dirijo hacia la puerta.


Capítulo 10.- 2 de julio. El viaje.


Podría ser esta la solución, ahora que no tengo trabajo, alquilo una habitación en una casa rural y me marcho a la sierra, espero que salir de aquella casa, el aire limpio y la naturaleza me permitan pensar con tranquilidad.


Paseo por el campo y procuro cansarme, sé que el sueño, si llega por fin me vendrá bien.

Capítulo 11 - 3 de Julio. Los clientes.

Además del personal que regenta la casa y yo, existen otros clientes que pasan vacaciones aquí. Una pareja de jubilados amables y delicados, Un grupo de cuatro amigos ruidosos y alegres y un matrimonio con dos pequeños que me miran con cara de asombro. Compartimos el salón, los jardines y el comedor donde almorzamos y cenamos en una sola mesa enorme y fuerte. Esta proximidad provoca el conocimiento y la complicidad. Me gusta sentirme acompañado.


Capítulo 12 - 5 de Julio. Quejas.

Matías, el hombre que regenta la casa rural, ha hablado conmigo, al parecer alguno de los clientes le ha transmitido quejas sobre los ruidos que hay en mi habitación por las noches, al principio no los creo, ya que en estas tres noches, apenas nada ha ocurrido en mi cuarto, me levanto acalorado y sudoroso y la ropa de cama parece haber sufrido la invasión de los Gremlins, pero no recuerdo nada de la noche y me siento mas sereno. Matías me explica que a veces hay golpes y forcejeos, y que incluso escuchan gritos desde mi aposento. Al principio me río de ellos, tal vez para disimular, pero empiezo a sospechar que no todo son dulces sueños.


Capítulo 13 - 6 de Julio. El desayuno.

Esta mañana el ambiente en el desayuno estaba muy tenso, a medida que han ido llegando los demás, yo fui el primero, fui observando miradas de recelo, asombro y desagrado. Luego la mujer del matrimonio joven, levantó la voz mirando hacia su marido y me increpó sobre los ruidos. Me habló de peleas, sollozos, llantos y golpes. Y de que dejarían el "hotel" si esta situación no cambiaba. Matías intentó terciar pero los otros clientes se le echaron encima, apenas entiendo nada, pero la relación se vuelve tensa.

Capítulo 14 – 7 de Julio. La serpiente.

La noche ha sido horrible, me siento terriblemente cansado. Quién podía esperar que en una casa rural de una sierra Española, apareciera ese monstruo. He hablado aparte con Matías para no escandalizar al resto de los clientes, pero este no parece haberle dado importancia, creí que cuando le diera las quejas por la enorme serpiente que existe en los, supongo, bajos de la casa, se escandalizaría e intentaría, con mi ayuda acabar con ella. Se limitó a mirar al vacío, pensativo, luego volvió a fijar su mirada en la mía, y dijo “Vale”, para continuar con el plato que llevaba a la mesa del desayuno. He llegado a pensar que sabía de la existencia de aquel reptil y que no le molestaba, lo cierto es que anoche, cuando llevaba un rato durmiendo, noté como desde el hueco e la ventana se deslizaba algo resbaladizo junto a mi almohada, y tras meterse por debajo de las sábanas me rozaba las piernas y los pies, pensé en saltar de la cama hacia la puerta, pero la oscuridad no me permitía saber en que lugar exacto se encontraba y preferí quedarme quieto con los ojos muy abiertos. Cuando estos se acostumbraron a la oscuridad fui capaz de distinguir sus ojos brillantes acercándose hacia mi, me armé de valor y la atrapé por el cuello, aunque nunca supe donde acaba el cuello e una serpiente, había leído que una serpiente con la cabeza boca abajo era incapaz de orientarse y eso intenté. La lucha fue muy dura, ese animal tiene una fuerza descomunal y en momentos su lengua olisqueaba cerca de mi cara y en otros se alejaba, el dolor en mis antebrazos los hacía perder fuerza y cuando tuve oportunidad la solté y salí de la habitación. Cuando cerré la puerta detrás de mi corazón sprintaba y mi respiración convulsionaba, al final del pasillo, quieto estaba el mayor de los niños del matrimonio. No dije nada permanecimos quietos un instante, luego me alejé hacia el salón donde me acurruqué en un sofá y me dormí.


Capítulo 15.- 11 de Julio. Ahogamiento

No me di cuenta de las marcas de mi cuello, hasta que, tras el desayuno, me miré al espejo. Todos en la mesa las vieron, pero desde hace días nadie habla en mi presencia de nada, incluso los niños parecen haberme aislado y todos engullen los alimentos y se abrasan con el café, para acabar antes y levantarse de la mesa. Pero las marcas son la lógica consecuencia de mis luchas nocturnas. Cada noche, a pesar de que antes de acostarme reviso cada rincón de la habitación, viene a visitarme mi “amiga” la serpiente verde con manchas marrones, incluso con la luz encendida la veo salir de entre la cama y la ventana para acabar enrollándose en mi cuello. Casi me asfixia pero al final cede, me suelta y se va, yo me levanto jadeante y salgo al pasillo buscando tranquilidad.


Capítulo 16.- 13 de Julio.- Hasta la muerte.

He tomado una decisión, solo como estoy, incomprendido y marginado incluso por Matías, he pensado que es “o la serpiente o yo”, así que he tomado de la cocina un enorme cuchillo y lo he guardado bajo las mantas, esta noche, acabaré con el problema.


14 de Julio.- Declaración de Matías:

“El señor Trujillo llevaba 10 días hospedado en mi casa, al principio parecía un hombre tranquilo, algo desconfiado y pensativo. Pero con el paso de los días su situación empezó a cambiar, escuchábamos ruidos desde su cuarto cada noche, ruidos, golpes, gritos. Se convirtió en un cliente molesto, y cada día su cara reflejaba mas y mas su malestar mental, incluso un día me comentó aparte la existencia de una enorme serpiente pitón verde con manchas marrones que le atacaba, imagínese, estamos en la sierra madrileña, estuve a punto de reírme en su cara, pero temí su reacción así que apenas le hice caso.

Esta mañana durante el desayuno notamos su ausencia e incluso comentamos la noche tan tranquila que habíamos pasado, apenas nada se había escuchado durante la misma.

A medio día empecé a preocuparme y abrí con la llave de repuesto…y encontré lo que encontré.”


NOTA POLICIAL:

En la mañana de hoy, fuimos alertados por D. Matías Sanchez Prieto, regente de la casa rural “Las Acacias”, para que nos personáramos con urgencia. Al llegar al lugar de los hechos la habitación 4 de dicho establecimiento, hayamos a huésped que luego identificamos como D. Luis Trujillo Izquierdo muerto en su habitación. La escena del suceso se encontraba en gran desorden, con gran parte de las ropas de cama, e incluso algún pequeño mueble en el suelo, el citado se hallaba ahorcado con la gruesa cortina verde con manchas marrones enroscada en su cuello su cuerpo, casi permanecía de pié, apenas apoyado en parte de la ventana, por encima de su cabeza, entre esta y la barra de la cortina, existía un cuchillo de grandes dimensiones que atravesaba la citada cortina. No había señales de heridas ni de sangre. El suceso pasa a manos de la Brigada judicial de homicidios.

FIN


Escrito por Okawango


 


EL MUSICO DEL PARQUE GUELL
(trasladado de entrada del blog de Agosto 2010)

     Tomó pausadamente el taburete de madera que había extraído de la bolsa de tela azul y lo colocó en el sitio que creyó correcto, luego dobló el lienzo azul y lo depositó con delicadeza en el suelo. Sus movimientos eran pausados y ceremoniales, en su rostro nada delataba ni supuraba la amargura interior.


     Extrajo su viejo violonchelo de la funda lo miró con dulzura, casi con amor, era su único compañero fiel, el amigo que nunca le había defraudado y al que creía que tampoco había defraudado.
     Cuando se sentó en el taburete y colocó su instrumento en su regazo sintió la calidez de un abrazo, la melancolía de un adiós y la ansiedad de un sonido. No estiró los brazos como músicos orquestales ante su auditorio, no había partitura pulcra ante sus ojos, todo lo que debía hacer estaba ya grabado en su memoria desde hacía tiempo y este, el tiempo, parecía ahora alargarse y contraerse según los latidos de su mal herido corazón. Acarició el mástil como quien acaricia el cuello de un cisne, su mirada mas bien irradiaba alegre encuentro que triste despedida.
     La primera nota surgió del roce del arco con la cuerda y sintió como si toda su vida se grabara en ella, un torbellino de imágenes y sentimientos empezó a soplar a su alrededor y nuevamente, instrumento, músico y música desaparecieron del teatro vital, para trasladarse al éxtasis intemporal.
     Junto a él, el sembrado de sólidas columnas giraba como coro de ópera alrededor de su tenor, las personas que paseaban admirados por la belleza del escenario, la esbeltez de las columnas, la sencillez del suelo, la cargada y colorida originalidad de los capiteles y el techo, pasaron del diálogo al murmullo y de este al silencio, nadie les había pedido silencio pero como por encantamiento, cual niño de Hamelín, sus oídos, tras ellos su cerebro y por último su vista les había llevado hacia el músico. Todos callaron como en un guión de cine, todos prestaron la atención al músico y sus notas, personas mayores con su mirada de agrado, jóvenes con admiración y hasta niños con curiosidad.
     La música, libre de murmullos, se extendió como el aroma hasta el último rincón de la columnata, llenó cada rincón de la escalinata y cada voluta de adorno.
     Ahora músico, música, escenario y público se habían fusionado sin exigencias en la mas perfecta amalgama de sentidos y nunca, nunca jamás aquél espacio había gozado de tanto arte, Nunca había existido una integración tan grande entre sonido y entorno, muchas veces había sonado esa pieza en ese marco tocado por esas u otras manos, pero jamás de los jamases había estado tan impregnada de sentimientos como ahora.
     El músico abstraído y sereno continuó presionando y rasgando las cuerdas extrayendo con cada movimiento de sus brazos y muñecas sonidos dulces y melancólicos, nadie parecía moverse y hasta la brisa del medio día aplacó su serpenteo entre los pilares para sumarse al coro de oyentes silenciosos.
     Mientras la pieza sonaba y casi sin desearlo la mente del músico revoloteaba por su pasado posándose en momentos dulces y momentos amargos, sus ojos cerrados parecían visionar tras el velo de los párpados imágenes de un desamor, un desencuentro una desilusión profunda como su melodía. Cuando esta tocaba a su fin, músico, violonchelo y una lágrima densa cayeron al suelo con un estruendo que hizo explotar la burbuja del momento en el corazón de los oyentes para traerlos a la realidad mas dolorosa.
. . .
     La Ambulancia gritaba agónicamente por la Carrer de Larrard en dirección al hospital de la Santa Creu, cuando un empleado municipal se encargaba de recoger el instrumento que, herido de muerte bajo el peso del músico esperaba junto al taburete, a su alrededor cientos de turistas, aun perplejos emprendían su empeño de inmortalizar el escenario con sus cámaras de ultima generación.

Escrito por Okawango



LLUVIA Y ADIOS (1)
(trasladado de entrada del blog de Agosto 2010)

     Luis dejó de mover los restos de café del fondo de la taza, frente a él, Sara parecía tensa, su rostro intentaba parecer inexpresivo, pero no lo conseguía, sus manos , las de Sara, retorcían la servilleta de papel, tratando de disipar la emoción.
     - Deberíamos acotar esto en un tema de lógica, pero al menos para mi es difícil – dijo Luis sin mirarla a la cara.
     Ella si lo miraba, miraba su pelo, abundante y rizado a pesar de su edad, tal vez – pensaba ella- ese fuera el problema, su madurez; cuando jóvenes le enamoró su “inconsciencia”, su falta de seriedad, sus ansias de experimentar, su rebeldía, ahora esas mismas “cualidades” eran las que hundían su matrimonio. Ahora ella, a sus cuarenta años, se veía unida a un niño grande, alguien que no había asumido su madurez, alguien que no afrontaba los problemas, los esquivaba y lo peor no los reconocía.
     El miró a través de la ventana del bar, en una parada de autobús al otro lado de la calle una pareja de jóvenes reían bajo el paraguas de ella, parecían felices a pesar de la lluvia, recordaba que una vez “ellos” también fueron así, ahora su matrimonio parecía roto, no existían las ganas de vivir de antes, se quería hacer de cada circunstancia un problema, Sara había cambiado, no tenía la jovialidad de antes, seguía siendo hermosa con su pelo negro y su hermoso rostro, pero por dentro había cambiado. Él creía que desde un principio quedó claro que no querían ataduras. Cuando ella le hablo de hijos, hipotecas, futuro, se sintió traicionado, las conversaciones se transformaron en discusiones y éstas en peleas. El sabía que en esos momentos, le había dicho cosas que no sentía, pero él, y suponía que ella también, solo pensaba en hacer daño.
     Ahora, sentados en aquel bar, todo parecía roto, nada podía encajar ya.
     - Mañana pasaré por el piso a recoger algunas cosas – susurró él.
     - Por supuesto – apenas pudo decir ella desde detrás de una lágrima que descendía por su mejilla.
     El rostro de ella parecía impasible, no vislumbraba la tormenta interior, en un momento lo decidió, agarró la gabardina, el paraguas y se levantó, solo pudo decir un leve “adiós”.
     El aire fresco y húmedo de fuera le sentó bien, respiró profundo y cruzó la calle, no tenía abierto el paraguas y la lluvia resbalaba por su rostro mezclándose con las lágrimas. Miró hacia el café, a través de la ventana lo vio aún sentado, sintió que en aquella mesa quedaban para siempre, un hombre, dos tazas… y quince años de su vida.
     Dentro, la televisión informaba de los temporales sobre una imágenes de olas saltando el malecón de un puerto del norte; en un momento el ruido de la maquina de café al calentar la leche le despertó del estado absorto en el que estaba sumido.
     Cuandó salió del café recordó que no había pagado, pero no pensaba volver a atrás, no, continuó caminando bajo la lluvía.

Escrito por Okawango






El Farero y la Soledad
(trasladado de entradas del blog de Octubre y Noviembre 2009)

     Como cada mañana, Humberto abría los ojos cuando el sol, cálido y limpio entraba en su habitación por la claraboya del techo. Era aquella una secuencia mecánica, un hábito grabado en su quehacer diario como casi todo en su vida.

     Luego subía a la torre y mientras apagaba el sistema contemplaba el mar, su eterno compañero, su soledad, su amigo. El sol se reflejaba en los cristales y lentes del faro y, aumentados por éstos tornaba de una fuerza cegadora. En invierno cuando los días de lluvia y frío pasaban y volvía el astro sol de nuevo, solía permanecer allí con los ojos cerrados, como un lagarto en una roca, sintiendo como el calor del sol traspasaba sus ropas y su piel para calentar su espíritu.
     Si alguien del pueblo hubiera investigado su vida detenidamente, la habría tildado de ¿monótona?, ¿Aburrida?, ¿Tediosa?; pero eso era lo visible, la piel de la manzana, Berto había llenado cada hueco de su vida con poquito de aquella soledad, con un poquito de aquellas playas, acantilados y rocas, su vida no estaba vacía, sobraban viajes, riquezas, ambiciones, él era producto de una vida, de una forma de entender las cosas. distinta, tal vez ahí estuviera la diferencia.
     Berto, como su padre, era farero, desconocía si su abuelo también lo fue, siempre había vivido allí, con su padre y con el recuerdo de su madre. Ésta se” fue” cuando él apenas tenía nueve años, fueron unos años muy duros, su mundo dividido en dos hemisferios, uno para su padre y otro para su madre, se desgarraba como un árbol roto por un rayo. Se quedó sin una mitad, y de ese hemisferio perdido, solo brotó más y más soledad.
     Recordaba sus largas horas sentado frente al mar, inmóvil. sin apenas pensar en nada, la mirada perdida mas allá del horizonte mientras su corazón supuraba dolor contra las rocas. Igual que el amplio paisaje, no existía cobijo para su dolor, no había hueco para tanto vacío.
     Ni su padre, sumido en la desesperación, ni su escasa familia, en las peregrinaciones de consuelo que les hacían, lograron cambiar nada; se limitaron a retirar casi todas sus fotos y recuerdos de la casa, a traer provisiones los primeros días para evitar la inanición y a observar entre calladas lágrimas como Berto ,sentado e inmóvil sobre la roca, fijo como una estatua, penaba la pérdida como la mujer del marinero espera, en vano, la vuelta del navío desde el horizonte.
     En aquellos momentos, sin tener ni edad ni conciencia para ello su mente tejió un plan para subsistir, una forma de sobrevivir a tanto dolor, Berto se encerró en su pequeño universo personal y durante años habló con las olas, conversó con el sol, y gritó con el viento. Veía ir y venir a su padre al cementerio, por el yermo istmo que unía el faro con el pueblo, con paso cansino, cabizbajo, la figura negra de su padre mas bien podría ser la de un difunto que la de un viudo... Su padre nunca superó la pérdida.
     Como dije, su universo se formó desde aquella mañana de primavera, aprovechó todo lo que emanaba vida, belleza; todo aquello que palpitaba orgánica o inorgánicamente le sublimaba, el volar de una gaviota, el brote de la flor, el movimiento de la arena por la playa movida por el viento, el cuenco de agua cristalina que dejaba la marea sobre las rocas planas. cualquier cosa que fuera observable, investigable, eran una fuente de distracción para Berto.
     Pero la naturaleza no siempre estaba dispuesta a mostrarse desnuda ante sus ojos, había momentos, días, a veces semanas, en que el frío, el viento, la lluvia, los sitiaba en el faro como hormigas en invierno, como cangrejos ante la llegada de la marea. Aun en esos días, Berto tenía un observatorio privilegiado, una atalaya hermética y segura desde la que comprobar el enfado del mar con las rocas, el furor del viento con las olas y el llanto de las nubes contra los cristales, en esos días subía las escaleras del faro, y allí desde detrás de las lentes se sentaba a escudriñar el horizonte, el cielo, o el mar, miraba como la luz del faro chocaba contra las gotas de lluvia en su vana búsqueda de un horizonte oculto. Estos viajes a la “atalaya” solo tenían una restricción, los días de tormenta, cuando el cielo temblaba bajo el martillo de Thorn, Odín o Santa Bárbara bendita... entonces no se podía subir.

II
      De sus padres, de sus dos partes del mundo había heredado dos bienes “inmateriales” e invalorables. Su madre, que fuera una muchachita “bien” enamorada de “un farero mal” le había dejado su amor por la lectura, este amor había surgido sin presentaciones, la figura de su madre sentada en la hamaca leyendo todas las tardes, era posiblemente la imagen que más le perduraba de ella y además fue suficiente reclamo para que la curiosidad del niño buscara en los renglones respuesta a la fascinación materna. De muy pequeño, apenas tres años, ella le había enseñado a leer en las noches de invierno, el pequeño sentado en su regazo, con un cuento en las rodillas y ella de incansable educadora, en su silabeo infantil. Cuando la imagen de su madre solo fue un doloroso recuerdo, refugió su mirada en los libros que ésta tanto amaba, tal vez, inconscientemente buscó algo de ella en los texto. Lo cierto que en su “alta guarida” había leído todo los que en su edad le era comprensible, así había viajado con Ismael en busca de Moby Dick, había rescatado el tesoro con Long John, había naufragado en una isla desierta y solitaria, había conocido los fondos marinos en submarinos, los cielos en globos, incluso la luna en naves impulsadas con cañones. Durante esos días no estaba solo, se sentía terriblemente acompañado, pero notaba la ausencia de alguien a quien hacerle partícipe de sus vivencias, a quien contagiar sus alegrías y sus penas. Pero... solo estaba el mar, solo el cielo, solo las rocas. solo.

     De su padre había adquirido otro gran amor... la música. Su padre, que de pequeño aprendió a tocar el violín amaba a Mozart, a Mendelsson, List, Ravel, Verdi, y tantos otros. Sus tardes estaban casi siempre acompañadas de música, y una buena pipa dulzona que llenaba la pequeña casa de sonidos y aromas, que por siempre quedaría fijados en la mente de Berto. A fuerza de escuchar, al principio como se escucha el mar de fondo, aquellas músicas, a fuerza de comprender sus movimientos, sus cambios, y estructuras sus subidas y bajadas, había transformado éstas en caricias, susurros, besos, dolor, pasión... y de nuevo, como pasó con su madre, el otro amor de su padre, se había convertido en amor suyo.
     Un día cuando ya fue mayor, su padre tomó el camino del cementerio, para esta vez, no volver, su enjuta figura se había rendido a la muerte y de él solo quedaron su pipa dulzona y sus discos de música. De nuevo el dolor como una nube de otoño, tiñó su existencia durante un periodo, después, las últimas palabras de su padre deseando el encuentro con su madre había minorado el dolor, en la esperanza de que, donde estuvieran, estarían juntos.
     Si hay que decir la verdad, habrá que decir que Berto no sintió, tanto la soledad, como la ausencia, acostumbrado como estaba a que sus existencias, la suya y la de su padre, viajaran juntas pero sin roces, paralelas, cada uno tenía un mundo que, lejos de girar uno sobre el otro, se traslacionaban juntos alrededor del universo del faro.
     Berto tomó, pues, el puesto de su padre, para la administración este era un puesto que apenas si existía, recibía mensualmente su cheque, válido para pasar el mes, y cumplía su misión con pulcritud y constancia. El trabajo de farero existía pero como una forma de mantener su vida y universo actual.
     No recuerda bien, cuando se le ocurrió la idea, lo cierto que es ésta fue gerrminando en su cerebro durante un tiempo, hasta que pareció completamente formada, después llegó el momento de hacerla realidad. Buscó revistas de electrónica y sonido, compró con sus ahorros los materiales y se puso manos a la obra.
     Para empezar compró un nuevo giradiscos, éste lo conectó a un enorme amplificador y desde estos un manojo de cables serpenteaba por las escaleras de caracol hasta la torre del faro, luego, y esto fue lo más difícil tuvo que suspender y sujetar los cuatro enormes altavoces bajo la pasarela exterior de la torre, éste era el sitio mas seguro para que estuvieran al resguardo del agua y el viento. Cuando las conexiones estuvieron listas, una soleada mañana de marzo, buscó entre los discos, tardó en decidirse y finalmente sonó un Aria de la Opera Norma, Casta Diva de María Callas. Su voz cristalina como las olas en su retirada, voló por los acantilados como los alcatraces, ágil y serena, Berto subió a la torre y sintió como todo su mundo se encontraba por fin reunido en un momento, abrió los brazos, en el momento álgido de la diva y mientras su piel se erizaba, dos lágrimas, las que no supo echar cuando perdió a su madre y a su padre, recorrieron sus mejillas, luego se precipitaron al vacío, Berto era feliz.
     Desde aquel día, la música pasó a formar parte del paisaje, se sentía como “ayudante” del creador, había “mejorado” la obra, haciendo del sonido, de la música, un compañero de la visión, la luz, el aroma, el olor y la brisa. Desde aquel día, la música no dejó de sonar, siempre que fue posible, desde la torre del faro, a veces era Brahms quien acompañaba las nubes, otras Dovrak bailaba con las olas, a veces Wagner luchaba con el viento, Mozart brincaba con las mariposas y libélulas, Vivaldi alegraba los carrizos y Pavarotti, cantaba “Torna Sorrento” al sol del mediodía.

III
     Como dije el faro de Berto estaba lejos del pueblo, un estrecho istmo de rocas soportaba un árido camino de tierra, al final del mismo apenas si se divisaban las primeras casas del pueblo. Normalmente nadie se acercaba al faro, solo algún chaval con su caña se arriesgaba a lanzar sus aparejos a unas aguas rocosas y traidoras para este tipo de artes, aparte de estos, apenas si había visitantes. Por esto fue que Berto quedó un tanto confuso cuando cierto día al subir a la torre vio un grupo de jóvenes, que sobre una manta charlaban animadamente en un recodo del camino... cuando salió a la pasarela exterior una de las jóvenes miró hacia él, y con la familiaridad de quien saluda a un hermano levantó el brazo y lo saludó. Él no la saludó, estaba acostumbrado a saludar al sol, a la luna, al viento y las olas. Pero éstas nunca le habían contestado y menos aún le habían tomado la iniciativa, se sintió molesto consigo mismo... ¿quién era?, ¿Qué quería?, su mundo perfectamente solo se veía invadido por algo, alguien inesperado; Los observó desde detrás de los cristales, oculto por su atalaya, reían, jugaban, charlaban... luego cuando recogieron la manta y tomaron el camino de regreso al pueblo, la joven del saludo miró hacia atrás un momento, como buscando alguien de quien despedirse... como buscándolo a él. Los estuvo mirando hasta que sus figuras se perdieron en la lejanía, su mente se quedó vacía como cuando perdió a su madre y, como a ésta, deseó que volvieran.
     Pasaron varios días hasta que volvieron los “intrusos”, escogió las mejores piezas, a su entender, para que se sintieran “cómodos”, disfrutaba con aquella función de “discjockey”, se sentía como el fantasma de la ópera vigilando desde bambalinas sus actores favoritos, como cuasimodo en la torre de Notre Damme. Cierto día mientras su amado Pavarotti cantaba “che gélida manina” alguien llamó a la puerta rompiendo el embrujo del momento, cuando abrió, ella estaba en el umbral, ella... al principio su rostro apenas se distinguía contra el rojo cielo del atardecer, luego la luz de sus facciones venció al paisaje y Berto observó, ahora detenidamente su rostro, su pelo moreno y ondulado, algo crespo por el viento, acotaban un ojos sonrientes, profundos y negros, su boca sonreía también, en su mano una botella vacía.
     - ¿Puede darnos un poco de agua?
     Berto desvió su mirada de la botella para fijarla en los ojos... 
     - ¿Qué si me puede llenar la botella?.
     - Sí. si, claro – alcanzó a decir torpemente, cogió la botella y se dirigió al fregadero. Por el rabillo del ojo observó como ella, lejos de quedarse en la puerta entró en la casa con paso curioso pero decidido, no podía haber nada reprochable en la manera de hacerlo, pensó él, mas aun, agradó a Berto aquella confianza.
      - Que bonita colección de caracolas, ¿las has cogido tú?. – dijo ella mientras se acercaba al aparador, donde su “colección” de caracolas reposaba.
     -

     - Si, durante muchos años – dijo Berto observando , no sin fascinación como, de la treintena de caracolas, ella cogía su favorita.
     Luego la soltó, tomó la botella de sus manos y se marchó. Cuando ya había salido, se volvió un segundo y casi le grito:
     - Gracias por la música, por ella venimos aquí. Es preciosa.
     Cuando cerró la puerta quedó inmóvil, petrificado, mirando el revés de ésta, algo había cambiado para siempre, algo en su interior había comenzado a arder y él sabía que no podría apagarlo, la sensación era parecida a la sentida cuando en sus lecturas Romeo se despedía de Julieta, pero más profunda. mucho mas profunda...casi sin fondo. Su universo estructurado y casi perfecto se desmoronaba a pedazos y caía en un abismo interminable. La parte más sensata de su corazón intentó poner sentido común a los sentimientos, recomponer aquél puzzle desordenado; cuatro frases, un saludo en la lejanía el primer día, y unas gracias, no podían bastar para socavar las rocas de su faro interno, Puccini con su Madame Butterfly se unía ahora desde los altavoces a este asedio asfixiante y sobrecogedor, haciendo más dolorosa la derrota de la razón a manos del sentimiento.

IV
     Aquella noche fue larga, sentado en el saliente del faro, escrutó, ahora en silencio, el cielo estrellado, la noche no podía ser más perfecta, el viento dormía por detrás del horizonte, mecido tal vez por las pequeñas olas, la luna nueva apenas ocultaba el mosaico de estrellas, y mas que un astro esplendoroso parecía un desgarro en la negra tela del firmamento, todo parecía perfecto... pero algo fallaba, no era igual que otras veces en que esa soledad le había sobrecogido y llenado. Se dio cuenta entonces, que las cosas no son felices o tristes, sino que nosotros mismos l es infundimos e impregnamos el hálito que nos conviene, un cuadro como aquél que tenía delante, le había inspirado sentimientos distintos en otras épocas, a su mente acudieron miles de citas y frases leídas en soledad, acudían todas a empujar mas a su corazón hacia el abismo de amor, ahora entendía muchas de ellas, que, en su momento parecían complicadas y faltas de lógica, recordó en especial una de Shakespeare:

“Entonces y sólo entonces sabrás realmente lo que puedes soportar; que eres fuerte y que podrás ir mucho más lejos de lo que pensabas cuando creías que no se podía más. Es que realmente la vida vale cuando tienes el valor de enfrentarla.”

     Había llegado otro momento crucial en su vida, se enfrentaba a otra metamorfosis, quizás la mas importante, el capullo se abría sin remisión, su corazón bombeaba sangre a sus alas y estas se abrían temblorosas por primera vez.
      La luz del sol tuvo el detalle de despertarlo con calidez, acurrucado en un rincón de la torre, bajó la escalera de caracol y miró los objetos de su casa como quien los ve por vez primera, allí estaban las fotos de sus padres... una suya con Lena, la perrita de su niñez, sus caracolas, sus revistas de viajes, los libros de su madre, e incluso la pipa de su padre, allí estaba su pasado, tras la puerta estaba, ahora lo sabía seguro, su futuro, solo necesitaba decisión... puso música... eligió “claro de luna” de Debussy por se la que en noches como la pasada solía elegir. Luego cuando la aguja del giradiscos empezó su recorrido, se dirigió hacia la puerta, iba a abrirla cuando alguien llamó, la abrió y de nuevo era ella, sonreían sus ojos, sonreían sus labios, sonreían sus manos y Berto también le sonrió.
     - Hoy no vengo por agua, mis amigos y yo pensamos que si no te gustaría pasar una mañana tan hermosa con nosotros.
     - Me encantaría – dijo él, y como si fuera algo normal y cotidiano salieron juntos hacia el grupo.
     -¿Cómo te llamas?- preguntó ella mientras arrancaba una rama de hierba.
     - Me llamo Berto –
     - Yo me llamo Sole, Soledad.
     Al oír esto, su mirada, la de él, giró hacia el acantilado, buscó la roca en la que tanto penó de pequeño, “Soledad”. no podía ser de otro modo, pensó.
     En el faro, Debussy acabó de desgranar su Arabesco... la última pieza del disco, luego el silencio solo quedaba roto por el rítmico salto de la aguja en el disco ya acabado que continuaba girando.
     Giraba el disco, giraría el faro aquella noche, girarían las estrellas en el techo del firmamento y la vida, como siempre, como no puede ser de otra forma, continuaría girando.
FIN


Escrito por Okawango

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